Revista de Filosofía
Vol. 42, Nº113, 2025-3, (Jul-Sep) pp. 33-50
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0)
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Fundamentos filosóficos de la ética discursiva de Karl-Otto Apel:
una mirada hacia la docencia universitaria
Philosophical Foundations of Karl-Otto Apel's Discursive Ethics:
A Perspective on University Teaching
George Herney Cárdenas Cumare
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0534-6954
Caja de Compensación Familiar de Antioquia Colombia
georgehcc@gmail.com
Luis Guillermo José De Sousa Páez
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0445-7951
Universidad de Carabobo Valencia - Venezuela
luisgdesousa@gmail.com
Katherine Manzur Rizquez
ORCID: https://orcid.org/0009-0008-6860-9708
Universidad Católica de Cuenca - Ecuador
manzur.invest@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.17172999
_______________________________
Recibido 24-03-2025 Aceptado 15-06-2025
Resumen
El artículo tuvo como objetivo analizar los fundamentos filosóficos de la ética discursiva de
Karl-Otto Apel y su aplicabilidad en la docencia universitaria, destacando su relevancia
como paradigma ético para la formación integral y crítica de los estudiantes. La
investigación se fundamentó en el paradigma cualitativo, basada en una investigación
documental de carácter descriptivo, basada en el análisis crítico de textos filosóficos y
educativos relacionados con la ética discursiva y la práctica docente. Los resultados
evidenciaron que la ética discursiva, al centrarse en el diálogo racional, la argumentación
crítica y el consenso, ofrece un marco transformador para la docencia universitaria. La
comunidad de comunicación fue destacada como un espacio ideal para garantizar la
inclusión, la igualdad y la responsabilidad ética. Además, se identificó cómo este enfoque
fomenta la formación de sujetos críticos y éticamente comprometidos, capaces de abordar
los desafíos contemporáneos desde una perspectiva inclusiva y solidaria. Se concluyó que la
ética discursiva de Apel representa una herramienta clave para transformar la educación
universitaria en un espacio de diálogo y participación, promoviendo una formación integral
que combina competencias éticas, comunicativas y críticas, contribuyendo a la construcción
de una sociedad más democrática y justa.
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Palabras clave: Ética discursiva, Karl-Otto Apel, docencia universitaria, comunidad de
comunicación, diálogo ético.
Abstract
The article aimed to analyze the philosophical foundations of Karl-Otto Apel's discursive
ethics and its applicability in university teaching, highlighting its relevance as an ethical
paradigm for the integral and critical formation of students. The research was based on the
qualitative paradigm, employing a descriptive documentary investigation grounded in the
critical analysis of philosophical and educational texts related to discursive ethics and
teaching practice. The results showed that discursive ethics, by focusing on rational
dialogue, critical argumentation, and consensus, offers a transformative framework for
university teaching. The communication community was highlighted as an ideal space to
ensure inclusion, equality, and ethical responsibility. Furthermore, it was identified how this
approach fosters the formation of critical and ethically committed individuals capable of
addressing contemporary challenges from an inclusive and solidarity-based perspective. It
was concluded that Apel's discursive ethics represents a key tool to transform higher
education into a space of dialogue and participation, promoting an integral formation that
combines ethical, communicative, and critical competencies, contributing to the
construction of a more democratic and just society.
Keywords: Discursive ethics, Karl-Otto Apel, university teaching, communication
community, ethical dialogue.
Introducción
En el contexto educativo contemporáneo, caracterizado por la complejidad de los
desafíos éticos y la necesidad de formar profesionales críticos y comprometidos socialmente,
emerge con singular relevancia la reflexión sobre los fundamentos filosóficos que sustentan
las prácticas pedagógicas en la educación superior. En este sentido, la ética discursiva
propuesta por Karl-Otto Apel constituye un paradigma filosófico que trasciende las
perspectivas éticas tradicionales al fundamentarse en una pragmática trascendental del
lenguaje, estableciendo así un marco conceptual que permite repensar la función formativa
de la universidad desde una dimensión dialógica y crítica. Esta corriente filosófica,
desarrollada en diálogo con la tradición kantiana y la hermenéutica contemporánea,
propone superar tanto el monologismo como el relativismo ético mediante la instauración
de principios comunicativos universales que encuentran en el ámbito universitario un
espacio privilegiado para su concreción.
La ética discursiva de Apel se caracteriza fundamentalmente por centrarse en el
diálogo racional y la argumentación crítica como vías para alcanzar decisiones moralmente
justificadas, destacando la importancia de la comunicación ética y el consenso en la
determinación de la moralidad de las acciones. A diferencia de otros enfoques éticos, la
propuesta apeliana no se limita a establecer normas prescriptivas, sino que profundiza en
las condiciones de posibilidad de toda argumentación mediante un análisis "pragmático
trascendental" que revela la dimensión intersubjetiva de la racionalidad humana. En efecto,
Apel sostiene que "la ética del discurso fue elaborada conjuntamente por Apel y Habermas
en relación con una pragmática del lenguaje; pero mientras Habermas jamás admitió el
carácter trascendental, Apel la basó precisamente en una pragmática trascendental"
(Maliandi, 2009, p. 22). Por consiguiente, esta perspectiva ética concibe la racionalidad no
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como un fenómeno individual o monológico, sino como un producto del diálogo
intersubjetivo que se desarrolla en lo que Apel denomina "comunidad de comunicación".
De igual forma, la aplicación de los principios de la ética discursiva al ámbito de la
docencia universitaria representa una propuesta transformadora que redefine la relación
pedagógica y el proceso de construcción del conocimiento. En este marco conceptual, la
universidad deja de ser concebida como un espacio de mera transmisión vertical de saberes
para convertirse en una auténtica comunidad de comunicación donde el diálogo racional, la
argumentación crítica y la búsqueda del consenso constituyen los pilares fundamentales del
proceso formativo. Como señala Gracia-Calandín (2019), Apel "ahonda en la dimensión
pragmática trascendental de la fundamentación de los principios éticos desde un análisis de
los presupuestos de la argumentación" (p. 92), lo que en el contexto universitario implica
reconocer que el conocimiento no es unidireccional ni se distribuye de forma autoritaria,
sino que se edifica colectivamente mediante el diálogo argumentativo.
Por tanto, el presente ensayo tiene como objetivo analizar los fundamentos filosóficos
de la ética discursiva de Karl-Otto Apel y explorar su potencial transformador en el ámbito
de la docencia universitaria. Para ello, se examinarán los conceptos fundamentales de la
propuesta apeliana, tales como la pragmática trascendental, la comunidad de comunicación,
el principio de universalización y la responsabilidad solidaria, estableciendo conexiones
significativas con la formación integral de los estudiantes universitarios. Cabe destacar que
la incorporación de este paradigma ético en la educación superior no solo supone una
transformación de las prácticas pedagógicas, sino también un compromiso con la formación
de profesionales éticamente orientados, capaces de abordar los complejos desafíos de la
sociedad contemporánea desde una perspectiva dialógica, crítica y solidaria. De esta
manera, la ética discursiva se presenta como un marco filosófico pertinente para repensar la
docencia universitaria en tiempos donde la formación técnica debe complementarse
necesariamente con una sólida formación ética y ciudadana.
1. La Ética Discursiva de Karl-Otto Apel
Principalmente, para profundizar y entender correctamente la ética discursiva, hay
que entender que “la ética del discurso fue elaborada conjuntamente por Apel y Habermas
en relación con una pragmática del lenguaje; pero mientras Habermas jamás admitió el
carácter trascendental, Apel la ba precisamente en una pragmática trascendental”
(Maliandi, 2009, p. 22).
La ética discursiva, presentada por Karl-Otto Apel, es una propuesta que pretende
fundamentar la ética en el contexto de la comunicación y el diálogo. Esta ética se desarrolla
en un marco pragmático y se distingue por su enfoque en la intersubjetividad y la
universalidad de las normas éticas.
Para Apel, su enfoque filosófico de la ética del discurso, busca que exista y se adopte
una “responsabilidad solidaria con relación a las consecuencias globales primarias y
secundarias de la actividad colectiva de la humanidad […] además de la organización de esta
responsabilidad como una praxis colectiva” (Apel, 1991, p. 148).
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No solamente basar su filosofía en esta responsabilidad solidaria, que se fundamenta
en la pretensión de validez argumentativa, sino que el principal criterio de validez es el
consenso: No se trata de que algunos cuantos especulen qué es lo bueno para todos, ya sea
el Estado, una monarquía, un burocratismo, un partido político, un grupo de filósofos; y
después, todos lo sigan a pies juntillas, sino entre todos plantear lo qué es mejor para todos
(Ibarra, 2020, p.36)
Apel afirma su teoría, sustentando que la ética debe construirse a través de un diálogo
racional, crítico y argumentativo; por tal razón, las decisiones deben ser tomadas de manera
consensuada no solo entre los involucrados en el diálogo, sino en los posibles afectados de
tales decisiones, se evidencia que no pueden ni deben caer en la moralidad individual o
sesgada de un solo grupo, sino que debe imperativamente existir un argumento que permita
intercambiar razones con otros y ser aceptado por los que interactúen para alcanzar su
validez.
Para darle sentido a la ética del discurso, ética discursiva o también conocida como
ética comunicativa, profundizada por muchos autores, aunque iniciada por Karl-Otto Apel,
se debe conocer los fundamentos que sustentan esta filosofía de la ética, Gracia-Calandín
(2019) expresa que:
Apel ahonda en la dimensión pragmática trascendental de la fundamentación de los
principios éticos desde un análisis de los presupuestos de la argumentación. Pero, tal y como
Apel señala no se trata solo de destacar los presupuestos lógicos (sintácticos y semánticos),
sino de llevar a cabo un análisis “pragmático trascendental” que incluya las condiciones de
posibilidad de toda argumentación. Es el “fac-tum de la argumentación” lo que constituye el
centro del análisis sobre el que se desarrollará todo el proyecto de fundamentación de la
ética del discurso. (p.92)
La pragmática trascendental de Apel investiga las reglas y condiciones universales
que permiten la comunicación efectiva y significativa entre las personas,
independientemente de su contexto particular, entendiendo que la misma solo se puede dar
en una relación de comunidad “y es que la pragmática trascendental nos ha mostrado esa
relación sujeto-sujeto, en la que ya siempre somos, nos ha mostrado que la razón humana
es en diálogo, no en monólogo” (Apel, 1991, 27)
La ética discursiva de Apel se centra en el diálogo racional y la argumentación crítica
como medios para alcanzar decisiones moralmente justificadas, en tal sentido, enfatiza la
importancia de la comunicación ética y el consenso racional en la determinación de la
moralidad de una acción.
Apel sostiene que deben existir ciertas las normas éticas y epistemológicas las cuales
deben ser universalmente válidas, es decir, deben ser aceptables para todos los afectados en
un proceso de diálogo racional y sin coacción. Para eso, deben darse ciertas condiciones
sujetos en fundamentos irremontables y en presupuestos normativos universales. En tal
sentido.
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La ética apeliana pretende ser, desde el comienzo, un intento de respuesta a los dos
grandes 'desafíos' que la ciencia plantea a la razón práctica: el 'externo' [...] y el 'interno' [...]
que niega, desde una perspectiva cientificista, la posibilidad de fundamentar racionalmente
la ética. (Maliandi, 2002, p. 60).
La ética discursiva de Karl-Otto Apel representa un intento significativo de
reconciliar el universalismo ético con el reconocimiento de las particularidades culturales y
contextuales. Su enfoque enfatiza la necesidad de diálogo como medio para alcanzar
consensos éticos, promoviendo así una ética inclusiva y transformadora. En un mundo cada
vez más multicultural y diverso, esta propuesta ofrece herramientas valiosas para abordar
los desafíos éticos contemporáneos, fomentando una convivencia basada en el respeto
mutuo y la comprensión.
Es imperativo comprender que la propuesta de Apel, se basa en principios
argumentativos, mismos que son considerados como normas o criterios que guían el proceso
de argumentación y deliberación ética. Estos principios incluyen: la argumentación, el
reconocimiento, las pretensiones de validez y el derecho a la participación.
Dentro de los principios de la fundamentación de la ética apeliana se determina que
“todas las necesidades de los hombres, que puedan armonizarse con las necesidades de los
demás por vía argumentativa, en tanto que exigencias virtuales, tienen que ser de la
incumbencia de la comunidad de comunicación” (Apel citado en Cortina 1993, p. 108)
Los participantes en un proceso de diálogo racional deben adherirse a estos principios
al presentar y evaluar argumentos, con el fin de garantizar que el debate sea justo,
respetuoso y orientado hacia la búsqueda de la verdad y la justicia.
“Por otra parte, Apel no concibe la ética del discurso como mera ética deontológica
de principios sino, s bien, como una «ética de la responsabilidad». Esto significa, en
primer lugar, que tiene en cuenta las consecuencias y subconsecuencias de la acción
(Aparicio, 2018, p. 139).
La ética deontológica kantiana se centra en el deber moral absoluto, el cual se basa
en la razón práctica y la voluntad autónoma, los principios morales se derivan de la razón
pura y son universales e incondicionales (Chávez, 2024). Apel sostiene que las normas éticas
deben ser susceptibles de ser discutidas y justificadas mediante el diálogo racional y la
comunicación intersubjetiva. Es por lo anterior que al categorizar la ética deontológica,
encontramos que es formalista, universal y autónoma; mientras que la ética discursiva es
formalista, universal, procedimental y consensualita.
La comunicación ética y la argumentación racional en la ética discursiva de Karl-Otto
Apel, se rigen por principios fundamentales conocidos como presupuestos pragmáticos
lingüísticos de la argumentación.
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Estos presupuestos pragmático-trascendentales, según Apel, no pueden pasarse por
alto: son irrebasables o, de lo contrario, se correría el riesgo de caer en una
autocontradicción performativa, negando algo en lo que ya siempre estamos participando:
la comunidad de comunicación, y actuando de acuerdo a la capacidad discursiva o
comunicativa que tiene como suya todo sujeto que participa de la metainstitución del
argumentar discursivo con sentido. (Apel citado en Flores 2013, p. 163).
Al demostrar que ciertas afirmaciones éticas implican una autocontradicción, Apel
reafirma los fundamentos de la ética discursiva, como la importancia del diálogo racional, la
argumentación crítica y la validez universal de las normas éticas. Esto fortalece la posición
de la ética del discurso al mostrar que sus principios son necesarios para la propia práctica
ética.
Es importante comprender que “la ética del discurso tiene por objeto el desarrollo de
una moral de carácter universalista partiendo de los presupuestos universales de la
argumentación” (Magnet, 2014, p. 77), la ética discursiva contiene fundamentos universales,
que deben ser aplicados y que, al negarse, se incide en la autocontradicción performativa.
La fundamentación de la ética discursiva radica en la idea de que los principios éticos
universales son necesarios para la comunicación ética y la argumentación racional. Estos
principios proporcionan el marco ético dentro del cual se lleva a cabo el diálogo ético y se
toman decisiones morales. Al negar estos principios, uno incurre en una autocontradicción
performativa, lo que subraya la importancia de adherirse a ellos como base fundamental
para la práctica ética. Por tanto, demuestra que existen fundamentalmente los presupuestos
normativos para la argumentación y se reconocen como contenidos formativos de validez
argumental universal.
2. Diálogo crítico Apeliano
El diálogo crítico enmarcado en la postura de Karl-Otto Apel, se basa profundamente
en la idea de una comunidad de comunicación, la cual debe estar orientada por principios
racionales y universales. La mayor característica del diálogo crítico radica en su estructura
inclusiva, partiendo del reconocimiento absoluto de todos los participantes como
interlocutores válidos y dignos de respeto. Este reconocimiento se convierte en un
imperativo ético que valida la posibilidad misma de argumentación significativa.
A continuación, se presentan los elementos principales que constituyen el diálogo
crítico y que deben considerarse como bases e imperativos a cumplirse para ser validado y
reconocido en el marco de la ética apeliana.
1. Universalidad de la razón discursiva
La ética discursiva de Karl-Otto Apel parte de la premisa de que la razón humana
tiene un carácter universal que trasciende las diferencias culturales, históricas o
individuales. "La ética discursiva con pretensión racional de fundamentación es
verdaderamente cognitivista. Se afirma la posibilidad de fundamentación de validez y
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obligación desde el conocimiento racional." (Álvarez, 2018, p. 39). Es por tanto, que la
universalidad se convierte en la base para establecer normas éticas que puedan ser aceptadas
por todos los participantes en un diálogo.
2. Comunidad de comunicación
La comunidad de comunicación, tal como ya se desarrolló anteriormente, es un
concepto esencial en la ética discursiva, pues representa el espacio ideal donde se
desarrollan las interacciones argumentativas. Como tal, lo enfatiza el propio Apel (1991) "La
comunidad ideal de comunicación debe ser anticipada como referencia a las condiciones
ideales de discurso en cada discurso real" (p. 21).
Para Apel, la humanidad debe ser concebida como un conjunto interconectado de
personas que dialogan en búsqueda de acuerdos racionales. La existencia de una comunidad
de comunicación, asegura la igualdad y el respeto mutuo entre sus miembros,
convirtiéndose en un horizonte que guía las prácticas humanas hacia nuevos encuentros
para superar divisiones sociales y económicas.
3. Reconocimiento del otro
Este, es un principio trascendental de la ética discursiva, ya que hace énfasis en la
necesidad de considerar a cada persona como un interlocutor válido y digno de respeto.
"Dicho reconocimiento es la piedra angular del sentido de la argumentación. Es el reconocer
a todos los hombres como seres humanos en cuanto personas; seres dotados de razón social
discursiva como interlocutores válidos" (Álvarez, 2018, p.39). Reconocer al otro como un ser
racional y social implica aceptar su capacidad de contribuir al discurso argumentativo y
garantizar su inclusión plena, sin ningún tipo de discriminación o desvalorización de su
argumento. Este elemento asegura que el diálogo ético no sea una herramienta de exclusión,
sino un medio para promover la igualdad y la justicia.
4. La buena voluntad responsable
Apel define esta voluntad como un compromiso incondicional con el deber de
argumentar con sentido, lo que implica asumir una actitud ética orientada al consenso
racional. Este principio también es conocido como pretensión de validez, útil para garantizar
que las normas éticas sean justas, imparciales y respetuosas de la dignidad y los derechos de
todos los individuos involucrados. "El ideal regulativo del consenso es un presupuesto
pragmático necesario en todo discurso, ya que garantiza la validez de las pretensiones
argumentativas" (Apel, 1991, p. 22).
La buena voluntad refleja la dimensión práctica de la ética discursiva, pues exige a los
participantes actuar con responsabilidad y solidaridad frente a las consecuencias de sus
argumentos.
5. Resolución de conflictos mediante el consenso
El consenso es el objetivo último del diálogo crítico y la herramienta principal para
resolver conflictos éticos. Apel considera que los problemas morales solo pueden ser
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abordados de manera justa si se permite a todas las partes afectadas participar en un proceso
argumentativo inclusivo.
"El consenso de intereses encontrados, a pesar de todas las dificultades, son posibles
discursos de entendimiento entre personas que pertenecen a diferentes clases, razas y
formas socioculturales" (Álvarez, 2018, p. 45). Su existencia como referencia guía las
prácticas de consensos hacia e l logro de acuerdos equitativos y sustentados en razones
compartidas bajo el paraguas de la argumentación. Este principio evita la imposición
unilateral por una de las partes al fundamentar las decisiones éticas en argumentos
intersubjetivamente validados.
Al conocer todos los principios dados para la correcta aplicabilidad del diálogo crítico
Apeliano, se entiende que el mismo es más que un modelo ético; es una herramienta
filosófica diseñada para enfrentar los desafíos de un mundo pluralista y conflictivo. Al
relacionar principios universales con contextos particulares, el diálogo crítico se establece
como un modelo viable para la construcción de acuerdos éticamente sólidos y
universalmente válidos. Su relevancia trasciende las fronteras culturales y geográficas,
consolidándose como un marco ético que aspira a la justicia global y la coexistencia pacífica
entre los pueblos.
Al demostrar que estos principios no pueden ser negados sin caer en contradicción,
Apel fundamenta su ética en bases universales y racionales. Para ello, Apel afirma que "el
criterio pragmático-trascendental de la no autocontradicción performativa demuestra como
indiscutibles las condiciones necesarias de la argumentación" (Apel, 1991, p. 124).
La autocontradicción performativa ocurre cuando alguien, al realizar un acto de
habla, contradice las condiciones necesarias para que ese acto tenga sentido. En
consecuencia, "el criterio de no autocontradicción performativa es esencial para
fundamentar reflexivamente los principios trascendentales de la argumentación,
distinguiéndolos de criterios puramente empíricos o lógicos” (Apel, 1991, p. 138).
De una manera lo explica Mario Rojas en la cátedra de filosofía y teoría crítica de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México “el hecho simple de decir algo de algo a
alguien es ya argumentación, si dices que no, ya estás argumentando, estás entablando la
pretensión de validez universal que tu afirmación, que niega la mía, es la verdadera”
(Secretaría Académica FFyL UNAM, 2018, 45m11s).
El fundamento último de la ética discursiva radica en la afirmación de que los
principios éticos universales son aplicablemente imperativos para la comunicación ética y la
argumentación racional. Estos principios suministran el marco ético dentro del cual se lleva
a cabo el diálogo ético y se toman decisiones morales. Es importante resaltar que si se llegan
a negar estos principios, se incurre en una autocontradicción performativa, lo que destaca
la importancia de adherirse a ellos como base fundamental para la práctica ética.
3. Hermenéutica en la Filosofía Apeliana
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La hermenéutica, como enfoque interpretativo de comprensión, desempeña un papel
esencial en la filosofía de Karl-Otto Apel. A lo largo de su obra, Apel dialoga críticamente
con diversas corrientes filosóficas, incorporando elementos hermenéuticos en su empresa
filosófica y ética. La relación entre hermenéutica y ética en la filosofía de Apel se manifiesta
en un diálogo constante con figuras como Gadamer y la fenomenología de Husserl.
Desde sus primeros escritos, como en "Transformación de la Filosofía" (1973), Apel se
embarcó en una exploración crítica de las tradiciones filosóficas previas que influyeron en
su pensamiento. Filósofos como Immanuel Kant y Martin Heidegger dejaron una marca
indeleble en la formación de su perspectiva filosófica. La estructura kantiana de la moralidad
y la hermenéutica fenomenológica de Heidegger proporcionaron los cimientos sobre los
cuales Apel construiría su propia síntesis filosófica.
La hermenéutica, en particular, emerge como un hilo conductor fundamental en la obra
de Apel. Influenciado por la interpretación fenomenológica de Heidegger y la hermenéutica
gadameriana, Apel abraza la idea de que la comprensión y la interpretación son esenciales
para la ética y argumenta que la hermenéutica no solo es una herramienta interpretativa,
sino que también constituye la base misma de la construcción de significado ético a través
del lenguaje. En este sentido Apel (1973) expresa que:
La filosofía hermenéutica se revela de hecho como una parte, más aún, como
la condición de una apertura dialéctica y sustancial del sentido de la historia
en cuanto diálogo continuo, por supuesto; se deja por su empresa
complementaria: el análisis, ordenado a la crítica ideológica, de la praxis
material correspondiente a ese diálogo. (pág. 17)
Apel conecta esta perspectiva con la noción de una comunidad de comunicación, donde
el diálogo continuo y la reflexión ética abren un espacio para la autocrítica y el consenso
moral. Esta propuesta filosófica se alinea con la ética discursiva, en la cual el lenguaje y el
diálogo se consideran herramientas fundamentales para estructurar relaciones éticas y
valores compartidos en una comunidad que busca la verdad y el bien común.
Apel se sumerge en una reflexión sobre la hermenéutica en el contexto de la
transformación filosófica. La hermenéutica, según Apel, ofrece una perspectiva valiosa para
abordar la interpretación no solo en el ámbito textual, sino también en la comprensión
mutua entre seres humanos. Apel se inspira en la hermenéutica de Gadamer, pero introduce
su propia interpretación crítica, enfocándose en cómo la hermenéutica puede contribuir a la
ética y la comprensión intersubjetiva.
En el diálogo con Gadamer, Apel destaca la importancia de la fusión de horizontes
hermenéutica en la comprensión ética. Esta fusión implica la integración de diferentes
perspectivas y experiencias en el proceso interpretativo, lo que es esencial para la ética
discursiva de Apel. La normatividad intrínseca del lenguaje, otro concepto crucial en su
filosofía, se conecta con la hermenéutica al reconocer que la interpretación ética no es solo
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una actividad individual, sino un fenómeno intersubjetivo guiado por normas lingüísticas
compartidas.
Apel también dialoga críticamente con la fenomenología de Husserl, integrando
elementos hermenéuticos en su análisis de la conciencia y la intencionalidad. Propone una
hermenéutica trascendental que busca comprender cómo la interpretación y la comprensión
juegan un papel en la constitución de la realidad ética. Esta síntesis entre hermenéutica y
fenomenología destaca la influencia ecléctica en la filosofía de Apel, donde diferentes
corrientes filosóficas convergen para enriquecer su comprensión de la ética y la
interpretación.
La hermenéutica en la filosofía de Apel también se entrelaza con su enfoque dialógico y
la búsqueda de consensos éticos. En "Ética del Discurso" (1984), Apel explora cómo el
diálogo racional puede superar las diferencias y lograr consensos éticos universales. Este
diálogo ético, influido por la hermenéutica, reconoce la importancia de la interpretación y la
comprensión mutua en la construcción de normas éticas compartidas.
Sin embargo, la incorporación de elementos hermenéuticos en la filosofía de Apel
también ha enfrentado críticas. Algunos argumentan que la hermenéutica, al centrarse en la
interpretación y la comprensión subjetiva, puede ser incompatible con la búsqueda de
normas éticas universales. Apel respondió a estas críticas sosteniendo que su hermenéutica
trascendental busca reconciliar la interpretación subjetiva con la intersubjetividad necesaria
para la ética discursiva.
4. El Principio de la Comunidad de Comunicación en la ética discursiva
El principio de la comunidad de comunicación es un fundamento crucial en la ética
de Karl-Otto Apel. Se presenta como una respuesta a la necesidad de establecer un marco
ético universal basado en el diálogo racional y la squeda constante de consenso ético, este
principio arraigado en la filosofía de Apel.
De acuerdo con Apel (1980), el principio de la comunidad de comunicación se
fundamenta en la premisa de que la ética no puede ser impuesta unilateralmente por una
autoridad externa, sino que debe emanar de un proceso de diálogo racional entre los
integrantes de una comunidad. En su obra "Transformación de la Filosofía", Apel sostiene
que la validez de las normas éticas está condicionada por su aceptación en una comunidad
de comunicación ideal, en la que todos los participantes tienen la capacidad de aportar de
manera autónoma al debate y al debate ético (Apel, 1973).
La noción de comunidad de comunicación en la filosofía de Karl-Otto Apel representa
un concepto fundamental que se enmarca dentro de su enfoque de pragmática trascendental
y tiene como objetivo establecer los cimientos de una ética comunicativa de alcance global.
En este sentido Paolicchi (2018), refiere que:
…la pragmática trascendental una condición de posibilidad de la
experiencia, de los objetos de la experiencia, del conocimiento y de la
objetividad (sentido) de esos objetos. Se ve aquí replicada la estructura
gnoseológica kantiana, reemplazando ahora el a priori de la subjetividad
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de la conciencia por el a priori lingüístico de una comunidad de
comunicación. (pág. 31)
Un aspecto fundamental en la teoría de la pragmática trascendental de Karl-Otto Apel,
quien redefine y amplía los principios de la epistemología kantiana a través del prisma de la
comunicación y el lenguaje. En la filosofía kantiana, el "a priori" representa estructuras
universales de la mente que posibilitan la experiencia del mundo objetivo, con categorías
como tiempo, espacio y causalidad que ordenan el conocimiento. Apel, sin embargo,
reinterpreta esta noción a partir de un “a priori lingüístico” que no radica en la subjetividad
individual, sino en el lenguaje y la comunicación en comunidad.
Según Apel, una comunidad de comunicación auténtica trasciende las circunstancias
particulares y se configura como una comunidad de individuos comprometidos en un
diálogo racional y argumentativo. Este diálogo no se circunscribe únicamente a ser un medio
para la comunicación de ideas, sino que también constituye una base ética que respalda la
legitimidad de las acciones comunicativas y orienta hacia el consenso en torno a verdades
universales y normas éticas (Yoshime, 2014).
De acuerdo con Apel, la comunidad de comunicación se configura como un ambiente
de interacción en el que los individuos poseen la facultad de expresar sus puntos de vista,
compartir sus experiencias y lograr consensos sobre lo que se percibe como éticamente
correcto. Dentro de este marco, la comunidad de comunicación no solo actúa como un
vehículo para la deliberación ética, sino también como un recurso de legitimidad moral,
dado que las normas éticas derivadas son el producto de un consenso racional entre los
miembros de la comunidad (Habermas, 1981)
La relevancia del principio de la comunidad de comunicación se fundamenta en su
potencial para fomentar la inclusión, la participación y la igualdad en el proceso ético. Este
principio, al destacar la interacción intersubjetiva y el consenso argumentativo, reconoce la
dignidad y autonomía individual, al tiempo que promueve un sentido de responsabilidad
colectiva hacia el bienestar de la comunidad en su totalidad (Hoyningen-Huene, 1998).
Dentro del marco ético propuesto por Apel, la comunidad de comunicación se
configura como un espacio en el que los participantes se comprometen con la normatividad
lingüística y asumen la responsabilidad ética de sus declaraciones. Este principio se
fundamenta en la teoría de la acción comunicativa, formulada en colaboración con Jürgen
Habermas, que postula que el lenguaje no se limita a ser un vehículo de expresión, sino que
también actúa como un instrumento para la formación de consensos éticos.
El diálogo racional en la comunidad de comunicación conlleva la implementación del
principio de universalización de Kant, este se presenta como un elemento central de la ética
discursiva, que busca transformar y superar las limitaciones de la ética kantiana en un marco
pragmático-trascendental. Este principio, originalmente formulado por Kant como parte del
imperativo categórico, es reinterpretado por Apel para adaptarse a las condiciones actuales
de comunicación y responsabilidad global. Según Cortina (1991) Apel considera que el
principio de universalización kantiano, que exige que las máximas de acción sean aptas para
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convertirse en leyes universales, debe reinterpretarse en el contexto de la ética discursiva.
En lugar de centrarse únicamente en la voluntad individual, el principio se amplía para
integrar la capacidad de consensuar normas válidas universalmente a través de un discurso
argumentativo. (pág. 147).
Autores como Rosas (2008) han analizado el principio de universalización, destacando
que el imperativo categórico de Kant proporciona un método de razonamiento moral basado
en la racionalidad y la universalidad, diferenciándose de enfoques consecuencialistas que
evalúan las acciones por sus resultados. Según este enfoque, una acción solo puede ser
considerada moralmente válida si su máxima puede ser adoptada universalmente sin
generar contradicciones o efectos indeseables.
El principio de universalización, en la perspectiva de Apel, no es solo una regla abstracta
para evaluar la moralidad de las acciones, sino un proceso dinámico que se realiza en el
discurso argumentativo. Este enfoque subraya la importancia de la comunicación, la
corresponsabilidad y el consenso en la construcción de normas éticas universales, adaptadas
a las complejidades del mundo actual. Así, Apel amplía el alcance del principio kantiano,
integrándolo en una ética posmetafísica que responde a las exigencias de una sociedad
globalizada e interconectada.
En sus trabajos, Apel reformula y revitaliza la concepción kantiana de la ética formal,
postulando que un diálogo ético auténtico debe fundamentarse en principios que sean
aceptados por todos los integrantes de la comunidad comunicativa. Esta metodología aspira
a superar las restricciones inherentes a las éticas formales convencionales mediante la
incorporación de una variedad de perspectivas éticas en un marco universal.
La responsabilidad ética en la comunidad de comunicación se manifiesta a través del
respeto mutuo y la consideración de las diferentes voces presentes en el diálogo, en "Ética y
Responsabilidad Política" (1981), Apel explora cómo la comunidad de comunicación puede
extenderse a ámbitos políticos, subrayando la importancia de la deliberación ética en la toma
de decisiones políticas.
La ética discursiva propugnada por Apel enfatiza que las interacciones en el ámbito
universitario deben estar dirigidas hacia la búsqueda de la verdad y el consenso. Esto
conlleva que la toma de decisiones académicas y pedagógicas debe estar basada en criterios
racionales y comunicativos, en lugar de en jerarquías o relaciones de autoridad. Esto
repercute directamente en la función del docente universitario, quien debe propiciar un
ambiente en el que la implicación activa de los estudiantes sea apreciada, fomentando la
integración de diversas voces y perspectivas. Esta perspectiva se concuerda con la noción de
que el conocimiento no es unidireccional ni se distribuye de forma autoritaria, sino que se
edifica colectivamente mediante el diálogo argumentativo (Apel, 1990; Habermas, 1987).
En la docencia universitaria, la comunidad de comunicación facilita el desarrollo de
competencias críticas en los alumnos, dado que se les instruye en el cuestionamiento, el
debate y el razonamiento reflexivo, fundamentándose en la validación recíproca de los
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conceptos. Este procedimiento, al que Apel también denomina justificación co-racional de
las normas (Apel, 1990), exhorta a los estudiantes a no solo aceptar las normas educativas
como prescritas, sino a involucrarse activamente en su construcción y verificación. De este
modo, la institución universitaria se transforma en un entorno en el que no solo se asimilan
conocimientos, sino que también se fomentan habilidades comunicativas y éticas,
fundamentales para la formación de ciudadanos críticos y responsables.
5. Inclusión de la ética discursiva en la docencia universitaria
La ética discursiva propuesta por Karl-Otto Apel representa un paradigma filosófico de
gran relevancia para la formación integral de los profesionales en el ámbito universitario.
Esta perspectiva ética, fundamentada en una pragmática trascendental del lenguaje, busca
superar las limitaciones del monologismo kantiano y del rigorismo ético, proponiendo un
principio procedimental basado en el diálogo y el consenso entre todos los afectados por una
norma o línea de acción (Apel, 1991).
La incorporación de la ética discursiva en la docencia universitaria implica un
compromiso con la formación de profesionales críticos, reflexivos y preocupados por el
impacto social de su quehacer. Más allá de la mera transmisión de conocimientos técnicos,
la educación superior debe apuntar al desarrollo de competencias éticas y comunicativas que
permitan a los futuros profesionales participar activamente en la construcción de una
sociedad más justa y democrática (Maliandi, 2001).
En este sentido, la ética discursiva ofrece un marco teórico y metodológico valioso para
abordar los dilemas éticos que surgen en los diversos campos disciplinares. A través del
análisis de casos, la discusión argumentativa y la squeda de consensos, los estudiantes
pueden desarrollar habilidades para el razonamiento moral, la toma de decisiones
responsables y el diálogo constructivo con otros actores sociales (Muñoz et al., 2018).
Así mismo, la ética discursiva invita a repensar las prácticas pedagógicas y las relaciones
entre docentes y estudiantes desde una perspectiva dialógica y participativa. Lejos de una
educación bancaria basada en la mera transmisión vertical de conocimientos, se propone un
modelo de aprendizaje colaborativo y transformador, donde todos los participantes son
reconocidos como interlocutores válidos y co-constructores del conocimiento (Ormart,
2006).
No obstante, la implementación de la ética discursiva en la educación superior también
enfrenta desafíos y limitaciones que es necesario considerar. Por un lado, requiere de un
compromiso institucional y curricular que trascienda la mera inclusión de cursos de ética
aislados, para permear transversalmente la formación profesional. Por otro lado, demanda
una formación docente especializada y una apertura al diálogo interdisciplinario, que
permita abordar la complejidad de los problemas éticos contemporáneos desde múltiples
perspectivas (Scivoletto, 2020; García Tamayo et al., 2024).
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Además de las consideraciones teóricas y curriculares discutidas anteriormente, la
inclusión efectiva de la ética discursiva en la docencia universitaria latinoamericana requiere
atender otros aspectos relevantes, como la formación del profesorado, la cultura
institucional y el vínculo con la realidad social.
Un elemento clave para la incorporación de la ética discursiva en la educación superior es
contar con un profesorado adecuadamente formado y comprometido con esta perspectiva.
Más allá del dominio de los contenidos teóricos, se requiere que los docentes desarrollen
competencias comunicativas y habilidades para facilitar el diálogo y la reflexión crítica en el
aula. Como señala Cullen (2004), la formación ética del profesorado universitario implica
"aprender a enseñar a pensar críticamente, a argumentar con rigor lógico, a tolerar los
puntos de vista ajenos, a respetar las diferencias, a ser solidarios en la squeda cooperativa
de la verdad" (p. 35). Esto supone un cambio de paradigma pedagógico, desde un modelo
transmisivo hacia uno dialógico y participativo.
De igual manera, la incorporación de la ética discursiva en la docencia universitaria no
puede ser un esfuerzo aislado de algunos profesores, sino que requiere permear la cultura
institucional en su conjunto. Esto implica un compromiso explícito de las autoridades
universitarias con los principios del diálogo, la participación y la responsabilidad social.
Como plantea Martínez (2006), "la universidad es un espacio de aprendizaje ético, en la
medida que es una comunidad en la que se viven y comparten valores" (p. 87). En este
sentido, es fundamental que las universidades latinoamericanas revisen críticamente sus
políticas, normativas y prácticas institucionales, para hacerlas s coherentes con una ética
discursiva.
Finalmente, la inclusión de la ética discursiva en la docencia universitaria
latinoamericana no puede desconocer las particularidades y desafíos del contexto regional.
Como señala Dussel (1998), la ética discursiva debe ser "repensada desde la realidad de los
países periféricos, del Tercer Mundo, especialmente de América Latina" (p. 65). Esto implica
abordar críticamente problemáticas como la pobreza, la desigualdad, la exclusión social, la
violencia, la corrupción, entre otras, que marcan la realidad de nuestros países. Se trata de
formar profesionales éticamente comprometidos con la superación de estas injusticias y con
la construcción de sociedades más justas, equitativas y democráticas.
En síntesis, la inclusión de la ética discursiva en la docencia universitaria latinoamericana
representa un desafío complejo y multidimensional, que interpela a las instituciones de
educación superior a repensar su misión y su quehacer, en diálogo con las necesidades y
aspiraciones de nuestros pueblos. Se trata de una apuesta por una formación integral y
transformadora, que contribuya a la construcción de un futuro más justo y humanizante
para todos y todas.
Método
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El método adoptado en esta investigación se fundamentó en un enfoque documental, que
se distingue por un análisis meticuloso y sistemático de fuentes bibliográficas y otros
documentos pertinentes. Esta modalidad de investigación facilita una exploración sobre la
Ética Discursiva de Karl-Otto Apel en el contexto de la educación universitaria. Criterio que
se sustenta en lo planteado por Arias-Odon (2016; como se cita en Arias, 2024), cuando
afirma que una investigación documental es “un proceso dirigido a la squeda de nuevos
conocimientos mediante la recuperación, análisis e interpretación de datos secundarios, es
decir, los obtenidos y publicados por otros investigadores o instituciones científicas en
fuentes documentales: impresas, audiovisuales o electrónicas” (p. 12).
La clasificación de esta investigación es descriptiva, dado que su propósito primordial es
analizar las experiencias educativas desde el enfoque de la ética discursiva de Apel, En este
contexto, resulta crucial destacar que Palella y Martins (2017) caracterizan el nivel
descriptivo como:
El propósito de este nivel es el de interpretar realidades de hecho. Incluye
descripción, registro, análisis e interpretación de la naturaleza actual,
composición o procesos de los fenómenos. El nivel descriptivo hace énfasis
sobre conclusiones dominantes o sobre cómo una persona, grupo o cosa se
conduce o funciona en el presente (p. 92).
El procedimiento metodológico se inició con la identificación y recopilación de textos
fundamentales en torno a la ética discursiva y como se relaciona con el ejercicio docente
universitario. A continuación, se llevó a cabo una revisión crítica de la literatura, lo cual
facilitó la formulación de una comprensión precisa de como el lenguaje y el diálogo se
consideran herramientas fundamentales para estructurar relaciones éticas y valores
compartidos en una comunidad que busca la verdad y el bien común.
Conclusiones
La ética discursiva de Karl-Otto Apel va más allá de la representación fundamentada
de la normatividad moral desde la argumentación racional y el consenso, esta ética permite
establecer un paradigma filosófico que redefine la relación entre conocimiento, moralidad y
praxis educativa.
En tal sentido, Apel enmarca un camino epistemológico y pedagógico, basado en la
necesidad de superar modelos educativos basados en la verticalidad del saber, para adoptar
una lógica dialógica en la que la enseñanza y el aprendizaje se desarrollen bajo presupuestos
de simetría argumentativa, misma que solo se cumple al “otorgar al otro argumentante
posibilidades simétricas de intervenir en la discusión” (Dussel, 2016, p.24).
Lo anterior implica, la formación de sujetos críticos que comprendan su
responsabilidad en la validación y justificación de las normas que rigen su accionar, conexo
con el reconocimiento de que la formación académica no puede desvincularse de su impacto
ético y social. En este sentido, la educación, se manifiesta como una práctica cognitiva
sustentada y validada a través de la praxis ética que supone la constante negociación de
significados dentro de una comunidad de comunicación regida por el principio de
universalización.
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El espacio universitario está transformando su panorama, de ser entendido como un
lugar donde se imparten conocimientos técnicos o disciplinares, a posicionarse como una
comunidad de comunicación en la que el diálogo argumentativo es el eje central del proceso
formativo. En este marco, se promueve una horizontalidad que permea tanto los discursos
prácticos como los teóricos, estableciendo las condiciones ineludibles para el desarrollo del
debate argumentativo (Zúñiga, 2021). Es, por tanto, que la labor del docente universitario
se transforma como un facilitador del pensamiento crítico, un mediador del consenso
racional y un garante del acceso equitativo a la argumentación discursiva.
Cabe señalar que, desde la perspectiva apeliana, la implementación efectiva de la ética
discursiva en el ámbito universitario exige trascender la mera configuración de espacios
dialógicos, para asumir lo que el filósofo denomina "principio de corresponsabilidad
solidaria" ante las consecuencias de las acciones colectivas. Este principio, que constituye
una ampliación fundamental de la responsabilidad ética tradicional, resulta particularmente
relevante en la formación universitaria contemporánea, caracterizada por desafíos globales
como la crisis climática, las desigualdades socioeconómicas y el avance tecnológico
acelerado.
Como sostiene Cortina (2010), "la corresponsabilidad por las consecuencias de las
acciones colectivas, propuesta por Apel, representa un imperativo ineludible para una
educación superior que pretenda formar no solo profesionales competentes, sino también
ciudadanos comprometidos con la justicia global" (p. 83). Por consiguiente, la docencia
universitaria inspirada en la ética discursiva debe orientarse hacia la formación de sujetos
capaces de reconocer su participación en una comunidad de comunicación global, donde las
decisiones técnicas y profesionales tienen implicaciones éticas que trascienden fronteras
temporales y espaciales.
En consecuencia, el horizonte que delinea la ética discursiva para la educación
superior del siglo XXI se caracteriza por su potencial transformador y emancipatorio. La
incorporación de esta perspectiva filosófica en las prácticas pedagógicas universitarias no
constituye meramente una innovación metodológica, sino una reconfiguración ontológica
del proceso formativo que reconoce la intersubjetividad como condición fundamental del
conocimiento y la acción moral. A este respecto, Scivoletto (2020) argumenta que "la ética
del discurso debe ser comprendida como un marco normativo para la transformación de las
instituciones sociales, entre ellas, prioritariamente, las educativas" (p. 263).
Por tanto, asumir los fundamentos filosóficos de la ética discursiva de Apel en la
docencia universitaria implica un compromiso con la construcción de una racionalidad
comunicativa que supere tanto el dogmatismo como el relativismo, permitiendo la
formación de profesionales que, más allá de su experticia técnica, sean capaces de participar
competentemente en los discursos prácticos que definen el destino colectivo de la
humanidad, desde una perspectiva dialógica, crítica y solidaria.
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REVISTA DE FILOSOFÍA
11 3 - 2025 - 3 JULIO - SEPTIEMBRE
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por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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