Valdéz J. Revista de Filosofía, Vol. 42, Nº113, 2025-3, (Jul-Sep) pp. 91-110 93
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
puede haber, seriamente hablando, una filosofía de cocina y bodega, una filosofía de la
comida y la bebida, que aporte aún más a la comprensión de la realidad humana.
Decía sor Juana Inés de la Cruz en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1690-91):
“Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo
decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”, se
entiende, de filosofía. Y esta filosofía de la cocina y la bodega se encuentra en Alfonso
Reyes que, a lo largo de su obra, no dejó de lado un asunto tan vital, tan íntimo y tan de
pensar que incluye el comer, el beber, el guisar y el discutir, aunque siempre dentro de su
contexto. Es común considerar a Alfonso Reyes hombre de letras o humanista, incluso
hombre universal. Y aunque se conozcan sus intereses filosóficos, demostrados por su
avidez de lecturas de filósofos y su obra Filosofía helenística (1959), las historias de la
filosofía en México no lo han tratado como tal. Virginia Aspe Armella propone, en su
Alfonso Reyes. u itinerario y deslinde filosófico (2010), que sí lo fue partiendo de la obra
del pensador regiomontano El deslinde (1960). Y nuestra propuesta se suma a esta
consideración, llevando a otro campo, también del interés de Alfonso Reyes, su filosofía, a
saber, la gastronomía.
Lo común es que no se encuentre nada que ver entre filosofía y gastronomía. Y así lo
expresan filósofos y gastrónomos (los que típicamente se piensan como tales: cocineros,
chefs, gourmets, etc.): ¿qué tienen que ver la filosofía y la gastronomía? Nutriólogos y
antropólogos, normalmente, sí tienen qué decir y qué ver con la gastronomía, se sostiene,
aunque unos prescriban y otros describan. Pero la filosofía también tiene que ver con la
gastronomía. El problema es que ni se reconoce, ni aprecia, siquiera, la posibilidad de una
filosofía de la gastronomía o de la cocina y la bodega, con todo y que cada vez más abundan
materiales al respecto, desde películas a literatura interesadas en los placeres de la mesa.
Alfonso Reyes decía en sus Memorias de cocina y bodega que “Uno de los mayores peligros
de la literatura gastronómica está en la fantasía, en la simbolización y en la bufonada, que
insensiblemente ocupan el sitio del gusto y la experiencia”.
Es un hecho histórico que la filosofía también se hace en la mesa de los banquetes y
las cocinas: nacido en Grecia y cultivado en el mundo latino, medieval y moderno de
Europa, el diálogo banquetístico (Cfr. El Banquete de Platón, que mejor sería decir
Simposio) ha permitido reflexionar al calor del fogón sobre cualquier cosa. Más aún, y
como ejemplo, si la gastronomía tiene que ver con la alimentación y ésta con mantenerse
en la vida y la identidad propias, ¿acaso no podría hacerse una ontología y una
antropología filosófica de la alimentación o de la gastronomía? Si la gastronomía tiene que
ver con el gusto y éste es un sentido, y los sentidos nos dan experiencias, ¿no podrá
pensarse en una estética y una epistemología de la gastronomía y del gusto? Y esto es lo
que encontramos en la obra de Alfonso Reyes, una filosofía de “cocina y bodega”. Se
sostiene, por consiguiente, que Alfonso Reyes es un filósofo y que, como tal, tiene una
filosofía de “cocina y bodega” en su obra y no solo reducida a su texto Memorias de cocina
y bodega. Que se diga “de cocina y bodega” y no “gastronomía” sólo supone respetar la
terminología propia del pensador regiomontano.