González, P.; Méndez, J. Revista de Filosofía, Vol. 42, Nº113, 2025-3, (Jul-Sep) pp. 111-121 114
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
2. Valoración de algunas de sus obras fundamentales
Las reflexiones de Decroly quedaron recogidas en más de 400 obras atribuidas al
destacado educador. Entre ellas, se reconoce La función de globalización y la enseñanza, y
otros ensayos como uno de sus textos fundamentales. En esta obra, Decroly desarrolla un
enfoque pedagógico innovador, basado en una visión global e integrada de la realidad que
rodea al niño. Desde su perspectiva activa, critica la educación tradicional por fragmentar el
conocimiento en materias aisladas y centrarse en una memorización carente de sentido para
el alumno. En contraposición, propone que la enseñanza debe organizarse en torno a los
llamados “centros de interés”, es decir, temas o situaciones significativas de la vida cotidiana
que despiertan el interés del niño, como la familia, la naturaleza, el cuerpo humano, las
estaciones del año, entre otros.
En este sentido, el aprendizaje se desarrolla a través de la exploración y el estudio de
estos centros de interés. Para ello se integran diversas áreas del conocimiento como las
ciencias, el lenguaje, las matemáticas y el arte, entre otras, teniendo presente que el niño
aprende mejor cuando el contenido está relacionado con su experiencia y contexto. De esa
manera se promueve una comprensión profunda y significativa.
Entre las obras principales se ubica el texto El juego educativo: iniciación a la
actividad intelectual y motriz (Decroly & Monchamp, 2002). Es una obra que sintetiza la
contribución del autor a la educación y el aprendizaje basado en el juego, a la vez que tiene
en cuenta ideas anteriores sobre el método global.
Decroly, en sus obras, subraya la importancia de la relación entre la escuela y el niño,
al considerar que gran parte del aprendizaje inicial se configura a partir de la interacción con
el entorno educativo. Su propuesta representa una ruptura con el modelo tradicional de
enseñanza, caracterizado por su rigidez, énfasis en la memorización y escasa vinculación con
las necesidades reales del alumnado. Para Decroly (2002), la educación debía centrarse en
el niño como un ser integral, teniendo en cuenta sus dimensiones físicas, emocionales,
cognitivas y sociales. Insistía en que la escuela no debía limitarse a la transmisión mecánica
de contenidos, sino convertirse en un espacio que favorezca el desarrollo natural del niño,
respetando sus ritmos, intereses y necesidades particulares. Desde esta perspectiva, el
aprendizaje debía ser significativo, conectado con la vida cotidiana y sustentado en
experiencias concretas. Por ello, promovía una educación activa, basada en la
experimentación, donde el "aprender haciendo" permitiera al niño desarrollar su autonomía
e iniciativa.
En su obra Los centros de interés, Decroly desarrolla uno de los conceptos más
representativos y fundamentales de su propuesta pedagógica. Estos centros de interés
constituyen núcleos temáticos que emergen de las experiencias cotidianas y de las
inquietudes espontáneas del niño. Para el autor, el aprendizaje debe estructurarse en torno
a estos temas, ya que despiertan el interés genuino del estudiante y lo motivan a explorar el
conocimiento de manera activa y significativa. Algunos de estos centros pueden estar
relacionados con la familia, el cuerpo humano, la naturaleza, las estaciones del año o la
alimentación, entre otros. A partir de ellos, la planificación educativa debe diseñar
actividades que conecten con la realidad del niño y favorezcan una comprensión integrada